POZAS Y LAVADERO. MUJERES HOYENSES LAVANDO
EL LAVADERO
Se alejó un poco para contemplar su obra recién terminada, sacó un pequeño punzón de su caja de herramientas y escribió orgulloso sobre el cemento fresco: “Hecho por Ginés Baelo Navarro, noviembre 1927”. Su nombre quedó impreso en la larga pila corrida del nuevo lavadero público de Hoyo de Manzanares. A partir de entonces serían sólo mujeres las protagonistas de este escenario.
La sesión celebrada por el ayuntamiento el seis de marzo de 1927 (siendo alcalde Domingo Martínez Crespo), tenía como objeto tratar el abastecimiento de aguas potables. En ella se dice: “Que tan importante como el abastecimiento de aguas con la traída de éstas y contando con la abundancia que se espera, es la construcción de un lavadero público, cuya necesidad es realmente una calamidad pública, debiendo construirse con las condiciones higiénicas debidas para casos imprevistos infecto-contagiosos” y por tanto acuerdan: “Construir igualmente el lavadero público por ser indispensable y absolutamente necesario”.
Se construyó el lavadero en la antes llamada plaza del Frontón, actual Plaza de la Constitución, nº 6 (donde se ubican las instalaciones de Telefónica). Era un edificio realizado en granito con cubierta de teja plana rojiza, “con el suelo y las tinas de hormigón de cemento y separado de éste… otro pequeño para infecciosos de la misma fábrica”. De planta rectangular y tejado a dos aguas, la puerta de entrada con cancela de hierro daba a la iglesia (actual Salón de las Cigüeñas). Tenía, en su frente hacia la plaza de la Constitución, tres ventanas horizontales alargadas en la parte alta, de modo que desde fuera no se alcanzaba a ver el interior. El lateral opuesto al de las ventanas era abierto, no tenía muro sino valla baja de piedra donde se apoyaban columnas o pilares hasta el tejado. Ese lateral daba al patio de la antigua panadería.
El interior, de paredes blanqueadas, contenía cuatro pilas: una grande y alargada, corrida, donde se lavaba la ropa, unida a otra más pequeña para aclararla. Separadas por un tabique había otras dos pilas unidas para lavar y aclarar la ropa de los llamados “infecciosos”, normalmente personas mayores aquejadas de dermatitis y eccemas o queratosis en cara y manos, aunque estas pilas finalmente no tuvieron mucho uso. Adosado a la pared había un banco corrido de cemento donde las mujeres colocaban los cestos de ropa.
Con la construcción del lavadero las mujeres tenían un lugar a cubierto donde lavar sin soportar las inclemencias del tiempo que sufrían cuando sólo las pozas, arroyos y pozos eran opción para ello. Otra ventaja era que podían lavar de pie.
El suministro de agua al lavadero se hacía del sobrante del agua del Caño, canalizado desde allí que, a su vez, venía del manantial o arroyo de Las Viñas. En época de lluvias bajaba gran cantidad de agua desde ese prado, agua “sobrante” canalizada bajo tierra por la calle Sobrante, de ahí su nombre. Al llegar a la altura de la actual zona de contenedores rebosaba e iba libre calle abajo. Cuando no sobraba agua del Caño había un grifo de red (tras construcción del primer depósito) para suministrar al lavadero.
Anexo a la parte izquierda del lavadero, hoy ocupado con edificio de viviendas de tres alturas, había un solar o patio cuyas vallas, arbustos y hierba servían de tendedero, allí las mujeres extendían sus ropas a secar. Alrededor de 1945 este patio desapareció al construirse sobre él el primer matadero municipal de Hoyo, con lo que las mujeres debían llevar la ropa a tender a otro lugar.
El agua del lavadero se utilizaba después para el riego de dos huertos cercanos: Uno situado en la esquina izquierda que bajaba hacia la plaza de la Iglesia, perteneciente al Tío Pepe, que esperaba a que acabaran de lavar las mujeres para abrir las pilas y regar con esa agua, y el de Gabino “El Caminero”, en la zona de la actual farmacia, bajando desde la plaza hacia la carretera. Gabino aprovechaba el agua que salía de las pilas del lavadero que llegaba hasta su huerto por el alcantarillado realizado con losetas de granito a ras de tierra.
El lavadero, además de servir para su primer fin, era lugar de reunión y distracción para las mujeres que realizaban una de sus múltiples tareas diarias en compañía, comentando las novedades del pueblo. Desde fuera podía oírse la algarabía que a veces se formaba.
En mayo de 1958 hubo que realizar obras de acondicionamiento en el lavadero municipal: “…que precisa de la realización de obras menores y adecuado acondicionamiento y debido adecentamiento en beneficio público…estimando la urgencia que el caso reviste…ordene la realización de apertura de zanja, cubrir ésta, instalación de tubería, acometida de agua al Lavadero Municipal”. En 1977 el lavadero había quedado sin uso (propiciado por la traída de aguas a Hoyo desde el embalse de Navacerrada en 1970 y con ello el suministro a cada vivienda).
Sería alrededor de 1982 cuando se derriba el lavadero para construir el edificio de telefonía existente en la plaza de la Constitución.
POZOS Y “POZANCOS”
Antes de la existencia del lavadero y después, cuando en verano no le llegaba el agua del Caño, las mujeres para lavar debían recurrir a las pozas o, cuando estas se secaban, a los pozos. Estos eran abundantes en el municipio. En muchas fincas particulares había uno, además de los que se repartían por varias zonas del pueblo o prácticamente por cada prado (por ejemplo en el prado del tío Ruperto, actual calle Manuel Vindel o el de la Cerca de Santiaga). El fin de esos pozos era servir de abrevadero, para lo cual tenían al lado una pila que en época de necesidad, y cuando no estaba el ganado, se utilizaba para lavar tras sacar agua con un cubo. En cada “barrio” había igualmente un pozo público con pila a su lado. Alguno de ellos eran los situados en la Plaza del Frontón, en la Puerta del Sol, en el Herrén del Caño o en la actual plaza de Cervantes (con pila ahora reaprovechada como ornamento en la entrada a la parte pequeña de la iglesia). El agua de los pozos no era potable, excepto la de la finca de la Salmerona y la del prado donde hoy está la urbanización Vista Hermosa.
Otra variante en el suministro de agua eran los “pozancos”, pozos sin brocal con boca a ras de tierra que se señalaba o protegía con piedras o ladrillos. Estaban pegados a un muro o pared. Su agua se usaba para limpiar o para lavar la ropa. En la calle Erillas y Avda de Juan Carlos I había dos de ellos.
Tras la construcción del primer depósito para el abastecimiento de aguas, las mujeres podían utilizar también la fuente nueva (1929), colocada por debajo de la plaza Mayor y trasladada después a la plaza de la Iglesia. Era habitual que cargaran con dos cubos de agua que trasladaban a su vivienda para hacer allí la colada en un barreño, sin tener que sacar de casa a sus hijos pequeños. Con este primer depósito también se dio suministro a 39 viviendas, que así quisieron contratarlo. Cuando en junio el depósito se quedaba sin agua, las viviendas también.
Secos los arroyos y vacío el depósito, algunas mujeres iban a lavar a la cantera de Las Viñas, sacando de ella el agua con un cubo pues no se podía enjabonar dentro.
LAS POZAS
El cesto pesaba bastante, lo había cargado con demasiada ropa, toda necesaria: las camisas, pantalones y mudas del marido, los paños y ropa del bebé, la falda, los delantales…Rosario aceleró el paso para llegar cuanto antes a la poza del Perantón y descargar también la banca que le servía para arrodillarse. El sol ya había cogido fuerza a mediados de mayo. En dos semanas tendría que traer a lavar la ropa de invierno para poder guardarla. Las pozas más cercanas tardarían poco en perder el agua a medida que se secaban los arroyos, y prefería no tener que ir hasta Santa Ana que quedaba más lejos. A Rosario le gustaba seguir lavando su ropa en las pozas con el agua corriente de los arroyos, aunque en los días fríos y lluviosos acudiera al lavadero.
Las pozas se formaban en hondonadas por acumulación de agua proveniente de los múltiples arroyos que discurrían por Hoyo desde finales de octubre o primeros de noviembre. Las más destacadas eran:
-“Pozas de Prado Cerbuno”. Se formaban con el agua del arroyo del mismo nombre en la zona de atrás de la Gargantilla, en la parte baja de la falda de la montaña.
-“Poza del Perantón”. Poza pequeña. Se formaba en la zona de entrada a la actual urbanización Los Manantiales, hacia la valla de la finca de la familia de Gervasio, donde hoy hay varias higueras. El agua provenía del arroyo de los prados de detrás y después seguía hacia la Puerta del Sol.
-“Poza de las Eras”. Era una de las pozas grandes. El agua se la daba el arroyo que venía de los prados de las Eras. Estaba en la calle La Poza, en la zona de entrada a la hoy urbanización La Atalaya. Más abajo este arroyo se juntaba con el de San Sebastián.
-“Poza de los Perniles”, en el prado que había entre la actual urbanización El Berrocal y la calle Frontera.
-Poza de la Paloma. Una de las más grandes. Se formaba alrededor de la fuente que había en la parte de atrás del actual parque de la Paloma. Había una fuente con dos caños adonde la gente también iba a buscar agua para beber, pues era de muy buena calidad, con un pilón bajo al lado para que bebieran las vacas. Del agua que sobraba del pilón se formaba la poza.
-Poza de Santa Ana. De gran tamaño. Situada en la chopera que sirve de aparcamiento al cementerio y a la entrada sur de la Cabilda. Había una fuente en el suelo y un pilón donde bebían las vacas.
-Poza de las Callejas, entre la actual iglesia y el Centro de Cultura de la plaza Cervantes. Se formaba con el agua que venía del arroyo Perantón, de los prados de Prado Cerbuno y del sobrante del Caño. Bajaba por delante de la tienda de comestibles de la Puerta del Sol y seguía por detrás del bar Recreo.
Las mujeres retenían el agua de las pozas taponándolas con ramas y piedras mientras enjabonaba y lavaban la ropa. Normalmente se ponían de acuerdo varias para hacerlo al tiempo. Terminada esta fase abrían la presa dejando salir esa agua y renovándola con agua limpia del arroyo para el aclarado.
El secado de la ropa se hacía extendiéndola sobre la vegetación cercana: chaparros, hierba, zarzas…o sobre alguna oportuna valla. A veces no existía ninguno de estos elementos, como era el caso de la poza del Perantón, por lo que las mujeres llevaban sus ropas a secar al Herrén de Chaqueta o al Herrén del Caño. La valla de piedra de Santa Ana fue funcional tendedero.
El blanqueamiento de la ropa se hacía exponiéndola al sol y salpicándola con agua después pues no se usaba lejía. Para que las prendas no destiñeran se añadía sal al agua de lavado
Respecto al utillaje que las mujeres necesitaban para ir a lavar, éstas cargaban la ropa sucia en un gran cesto con dos asas o en un cubo donde después la transportaban ya limpia, añadían la pieza de jabón hecho de forma casera con aceite usado y sosa caustica y no olvidaban la banca con frente cubierto para que no les salpicara el agua, en la que se arrodillaban a la orilla de la poza, amortiguando su dureza con una almohada o saco para poner las rodillas. Una vez en la poza utilizaban una gran piedra lisa a modo de tabla que colocaban en la orilla y allí restregaban la ropa. En pozas grandes como la de la Paloma podía haber cinco o seis piedras en cada frente. Las piedras quedaban allí para su uso colectivo y se añadían nuevas si en el momento estaban ocupadas. Las tablas de madera sólo se usaban cuando se lavaba en los pozos o en las casas.
Documentación
-Libro de actas de sesiones del Ayuntamiento de Hoyo de Manzanares. 1927 y 1958. Archivo municipal de Hoyo de Manzanares.
-Proyecto de abastecimiento de aguas a Hoyo de Manzanares. 1927. Plano del lavadero municipal. Archivo municipal de Hoyo de Manzanares.
-Fotografía interior de lavadero: Lavadero público de Cadalso de los Vidrios. Fotografía reproducida de “cadalsovive”
-Fotografía de banca y tabla de www.todocoleccion.net
Agradecimientos
Mi agradecimiento a Colasa Contreras y Lorenzo Baelo.
Pilar García Martín